Existe una sensación que puede que nos invada de vez en cuando a lo largo de nuestra vida.
Es una sensación, que como todas ellas, es muy difícil describir con palabras. No es agradable, es como de malestar, de miedo. Algo nos molesta en nuestra vida, algo que no encaja y no sabemos que es.
De repente todo se vuelve gris y molesto; tu casa, tu pareja, tu ciudad, tu país, tu jefe, tu trabajo, tu vida. Nos invade el negativismo y todo esta mal y empezamos… ¿a qué? A señalar con el dedo, a buscar culpables, nos entra una necesidad impresionante de crucificar a alguien que pague por lo que estamos sintiendo.
¿A quién? ¿A quién crucificamos?
¿Quién tiene la culpa?
“¡Ahora no hijo, tengo prisa!”
“Salir de vacaciones, imposible estoy lleno de trabajo y quién puede pagarse vacaciones hoy en día”.
“Hoy no puedo ¿estás loco?, no tengo tiempo”.
A veces sin darnos cuenta el tiempo se vuelve el principal protagonista de una presión constante que nos impulsa a tomar decisiones que, tal vez, no quisiéramos tomar.
Todo va demasiado rápido…, presión, presión, presión. Estoy comenzando a pensar que actualmente el tener prisa es un “plus” para el curriculum vitae de un individuo. Todos tenemos prisa, a todos nos falta tiempo. Entre pitos, carreras y empujones todos vamos a toda velocidad hacia… ¿Hacia dónde?
Pensemos un poco cómo es nuestra vida y la vida de los que nos rodean. Te levantas en la mañana -aunque a veces preferirías quedarte más en la cama- y te arreglas rápidamente para:
Opción 1: Ir a la escuela o universidad para aprender cómo producir más y mejor. Ninguna escuela o universidad tiene materias que te enseñen cómo amar a tu pareja, cómo evitar la violencia o comunicarte y empatizar con las personas. Cómo ser un buen padre, cómo llegar a un equilibrio como ser humano. El objetivo de la educación es hacer de alguien un ente productivo para el sistema. No necesariamente un ente pensante y equilibrado.
Opción 2: Ir a trabajar. Si tuviste la oportunidad de vivir la opción 1 tu trabajo será “mejor” o más bien, mejor pagado porque se supone que produces más y más eficientemente. Tu título lo único que dice es que eres capaz de producir en un área determinada de especialidad pero no asegura que eres una buena persona, que tienes una familia y una vida estable y que puedes transformarte en un activo positivo para la empresa en el largo plazo.
Después de producir todo el día llegas a casa cansado a tener una muy rápida convivencia con tus familiares, pareja, hijos o tus grandes amigas las redes sociales. ¿No acaso vivimos pegados al smart phone? (incluso algunos duermen con el aparatito, es lo último que ven y lo primero al despertarse). A dormir y al día siguiente lo mismo.
Opción 3: Sobrevivir. El porcentaje de desempleados es enorme y hablo globalmente. En continentes enteros como África, la gente se dedica básicamente a sobrevivir y no nos vayamos muy lejos; Ecuador, Perú, Bolivia y en realidad, toda América latina y ahora países como España, Grecia o Portugal, comparten el terrible fantasma del desempleo.
¿Cómo pasar por alto los más de 20 millones de personas en pobreza extrema en México o la gente que vive en los cerros del Perú? ¿La taza del 25% de desempleo en España?
Los desempleados al no ser considerados entes productivos se convierten en “lastres” de nuestro actual sistema económico social.
Insisto: ¿Quién tiene la culpa?
¿A quién debemos castigar para así sentir que nuestra vida, tal como es, está justificada por algo?
Vamos a enumerar posibles culpables:
1. Nuestros padres: «No me dieron lo que yo necesitaba, no tengo la educación que quisiera, no me quisieron como era debido, me golpeaban demasiado, me comparaban con los demás, me hicieron inseguro, nunca me entendieron». Los padres de uno son muy buenos candidatos a ser culpables.
2. El gobierno: Este es de los favoritos. «Por culpa de ellos la economía se cae a pedazos, no hay seguridad, falta trabajo». Muy buen candidato también.
3. Nuestra pareja: «Claro, no me entiende, no me escucha, me juzga, me critica, se queja, no me quiere como antes, ha cambiado».
4. Nuestros hijos. Aunque a veces lo neguemos en algún momento pasan a estar en nuestra lista de culpables. «Llegaron en mal momento, solo me dan problemas, ¿Por qué no son productivos? Salieron a su madre/padre, no me dejan vivir».
5. La sociedad, ó el accidente que sufrí, Dios, el mundo, nuestros antepasados, el clima …
¿Quién más? ¿Quién más es culpable?
Yo no me encuentro bien, hay algo que me molesta, no se exactamente qué es y… ¿Cuál es la reacción mas frecuente que tenemos? Señalar a alguien. Y eso no es algo que pasa solamente ahora sino que ha sucedido desde que el hombre es hombre.
¿Será que somos incapaces de aceptar una de las verdades más maravillosas y difíciles que existe?
«No podemos elegir el tiempo ni el entorno en que nos toca vivir, pero nadie nos puede quitar la última de nuestras libertades: elegir como vivir ese tiempo».
Y esto no viene de mi, es de Viktor Frankl (Man in search of meaning).
Entonces…. si no somos completamente felices; ¿Quién tiene la culpa?
Todo esa negatividad, frustración, malestar que nos invade el cuerpo y el alma con respecto a nuestra vida es muy similar a cuando nos encontramos perdidos en medio del tráfico y no sabemos donde estamos. Sabemos que estamos tarde y no tenemos la menor idea de cómo salir del embrollo.
¿Te ha pasado eso de encontrarte perdido en medio de las calles de México DF, Rio, Houston o Buenos Aires? ¿Qué se siente?
Si se siente así de horrible estar perdido en una ciudad imagínate que se sentirá el estar perdido en la vida.
Sostengo que la mayoría de los problemas sociales que vivimos actualmente son producto de una falta de dirección y de planeación a largo plazo. Pero, hmmmm … de eso hablaremos otro día.
Si te interesa este tema y quieres aprender más del increíble mensaje que nos dejo Viktor Frankl, te invito a disfrutar de un curso que tengo en mi canal de youtube y que es completamente GRATIS:
Nos vemos y nos leemos en el próximo artículo. Un abrazo
Franco Soldi
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