Franco Soldi

¿Por qué nadie está preparado para los 40?

Debería existir una clase, un curso, una materia que todos podamos estudiar en dónde nos cuenten lo que va a pasar cuando lleguemos a los cuarentas. Parece ser que todo pasa cuando tenemos cuarenta años y desde luego el impacto es tan grande que puede causar estragos irreversibles.

Llevas toda la vida sintiéndote joven, viéndote bien, pensando en el futuro y de repente, el futuro te alcanza. Sin previo aviso apagas las velas de un cumpleaños en donde pasas de ser un “treitañero” a un “cuarentón” así como suena, y estoy contigo; no suena bien. Pasas de joven a viejo en un solo soplido.

La tarta ya no te sabe igual, la celebración tampoco y a partir de ese día vives la vida sabiendo que acabas de entrar al segundo tiempo del partido y todos sabemos que las cosas y los cambios generalmente pasan durante el segundo tiempo. Y sí, todo empieza a cambiar.

Un buen día me despierto, tomo mi iphone de la mesita de noche y veo el mensaje que aparece en la pantalla. Qué raro, mis ojos no enfocan. Empiezo a “tocar el trombón” con mi iphone y me doy cuenta de que mis ojos ya no funcionan como antes. De un día para otro estás usando gafas, el cuerpo te cambia, ya no hay pelo, o más bien si hay pelo pero no donde lo quieres tener y es precisamente ahí donde te empieza a crecer y de qué forma. Un buen día tu hija te dice con cariño que lo que tienes alrededor de la cintura se llama un “mushroom top” y por más que vayas al gimnasio no se te quita con nada. Te levantas por las mañanas y te duele esto o te duele aquello, o es la espalda, el hombro o las piernas.

A partir de los cuarentas dejamos de disfrutar igual de las comidas. ¿Pollo? No que te llenas de hormonas y es un asco como los crían. ¿Carne? ¿Estás loco? No hay peor veneno que las carnes procesadas, te dan cancer. ¿Frutas? Sólo te estás hinchando de azúcar. ¿Un yogurt? Pues los lácteos está demostrado que son peor incluso que las carnes procesadas, así que borra también la leche y el queso. Pero entonces ¿De que vivo? ¿De Kale hervido? Porque no hay como comerlo. ¿Quinua?

Financieramente todo cambia. Empiezas a ver el dinero de otra forma. Antes trabajabas para invertir, producir, construir, o si quieres llamarlo así; apostar. Se podía arriesgar, dejar volar tu creatividad, soñar hacia adelante. Ahora, la percepción del dinero es otra. ¿Cuánto he ahorrado? ¿Qué vamos a hacer cuando llegue el momento del retiro? ¿De que vamos a vivir en el futuro? ¿Será suficiente? Y a esto le sumas los cálculos mentales que haces mientras sacas cuentas de cuanto te va a costar mandar a tus hijos a la Universidad o como podrás pagar la Universidad a la que ya están asistiendo. Ya no son bebés, ya no son peques que van al colegio público, ahora son adolescentes que consumen como consume un adolescente. Y para agregarle leña al fuego, encima de todo lo que estas viviendo, sintiendo y experimentando, tienes que lidiar con los recién estrenados adolescentes con sus actitudes, cambios, dramas y complejidades. Todos deberíamos tener hijos adolescentes en nuestros treintas, pero no…. Llegan justo a tiempo a la gran fiesta de los cuarentas.

Empiezas querer recordar más y por más tiempo. A revivir con nostalgia el pasado. A mirar los antiguos álbumes de fotos que para tu sorpresa se verán antiguos, como cuando veías de niño las fotos de tus padres. De repente te ves en el sofá enchufándole a tus hijos Los Goonies, Volver al Futuro, Big trouble en Little China, Men in Black y todas las películas que fueron parte de tu “primer tiempo”. Te sorprenderás comprando por eBay un Transformer, un Master of the Universe o un Atari y querrás recordar con detalle aquellos viajes, experiencias, lugares y cosas que viste, conociste, saboreaste o tuviste durante la primera mitad de tu vida.

Todo esto te está pasando y lo mismo pasa con tu pareja. Cambian tus hormonas y cambian las de tu pareja. Cambia tu cuerpo y cambia el de tu pareja. Tu percepción del matrimonio cambia y es por eso que la mayoría de los divorcios ocurren a los cuarentas justo cuando ya has avanzado tanto, o al menos eso es lo que crees, en la construcción de una familia y de un matrimonio estable.

A tu alrededor, aparece más que nunca antes en tu vida la sombra de la muerte. La generación anterior, los mayores, los padres y los tíos empiezan a despedirse. Lo peor de todo es que no se van sólo ellos, empiezas a saber y conocer, a veces demasiado de cerca, de amigos, compañeros, hermanos, contemporáneos tuyos o tal vez un poco mayores que tu, que empiezan a dejar este mundo en forma prematura. El “coach” de allá arriba decide sacarlos del partido antes de que termine su segundo tiempo. La muerte está más presente en tu vida a partir de los cuarentas.

A mi nadie me preparó para ser un “cuarentón” a mi nadie me alertó de los cambios y me recomendó como lidiar con ellos. Nadie me ofreció un manual que se llamara “Guía fácil para sobrevivir a los cuarentas”. Todo te viene de golpe. Y después, después ¿Qué?

Tengo 45. Y tengo una relación amor-odio con mis “cuarentas”. No me gusta la idea de saber que estoy jugando mi segundo tiempo y que estoy más cerca de los sesenta que de los treinta. Es algo difícil de digerir. Es verdad que he cambiado físicamente y es verdad que mi percepción de la vida y del mundo son distintas pero ¿sabes que es lo que creo? Creo que si uno sobrevive la tempestad de los cuarentas y aprende a aceptar y llevar el ritmo del segundo tiempo, creo que te esperan unos cincuentas bastante más tranquilos y la oportunidad de disfrutar una segunda “Belle Époque” con tu pareja y tu familia.

Así que prepárate porque los cuarentas vienen a toda velocidad y sin anestesia y no hay manual de supervivencia u hoja de ruta y, si de casualidad encontrarás uno por el camino, por favor mándame una copia porque a mí que la necesito.

Franco Soldi

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